Mago La Ascensión

Neoalcalde

Relato para Mago La Ascensión
martes, 13 mayo 2014 00:00

Rick se disponía a salir de casa en aquella húmeda y cálida noche de primavera.

— ¿A dónde vas Richard? — preguntó su madre desde la cocina.

— No volveré tarde. – dijo Rick saliendo ya a la calle.

Por un momento contempló lo que le rodeaba, la calle sucia, con una farola estropeada, los coches viejos (no había ni un solo deslizador), las casas poco acogedoras. Cuando él era un niño el barrio parecía próspero pero en todo aquel tiempo no había cambiado nada, solo había envejecido y cada vez estaba más lejos de parecerse al centro de la ciudad. Haría algo el nuevo alcalde para solucionar todo aquello? No estaba muy seguro.

Giró a su derecha y fue siguiendo la acera calle abajo hasta detenerse delante de una casa semejante a todas las de por allí. Llamó a la puerta.

— Soy Rick.

— Enseguida voy — se oyó que decía una voz desde dentro.

Otro chico de su edad salió de la vivienda, saludó a Rick y ambos se dispusieron a andar hacia el parque. Unos minutos de charla intrascendente y de caminata siguieron a su encuentro hasta que ambos reaccionaron ante un deslizador de la policía que iba a toda velocidad con las luces y la alarma encendidas. Después de todo parecía que el nuevo ayuntamiento empezaba activamente sus tareas. El deslizador frenó de forma exagerada muy cerca de donde ellos se encontraban, antes de que los policía bajaran de él, Rick sintió algo que no le gustó. Tiró de la camisa de su amigo haciéndole bajar hasta que ambos quedaron escudados por un coche que quedaba entre la acera donde ellos se encontraban y el deslizador de la policía.

— ¡Van a por nosotros Bit! – dijo Rick en un susurro pero muy alterado.

No se equivocaba.

— ¡Policía de Detroit! ¡Se les ordena que se entreguen de forma inmediata!

¿Qué coño pasaba?¿Qué era todo aquello? A Rick solo se le ocurrió algo por lo que la policía pudiera estar interesada en ellos:

— ¡Bit! ¿Qué has hecho con el ordenador? ¡Estaba seguro de que algún día la cagarías ! — Bit era uno de los mejores hackers que había por la zona y sin duda el mejor que Rick conocía, pero nunca se fiaba del todo. Aunque por allí nadie tenía mucho dinero, Bit siempre se las arreglaba para mantener su ordenador cuántico a la última.

— ¡Cállate Rick! ¡Yo no he hecho nada! – dijo Bit.

La conversación quedó interrumpida por un estruendo y por la fuerte sacudida que sufrió el coche que les protegía. Ambos alzaron la vista para observar lo que había al otro lado. Se quedaron sorprendidos. Dos policías corpulentos y altos estaban de pie mirando de forma desafiante hacía el coche. Los dos iban armados con unos rifles enormes. Bit los reconoció rápido, eran rifles láser, pero, ¿cómo podía ser eso? Sabía que se utilizaban en los enfrentamientos bélicos pero nunca hubiera sospechado que la policía de Detroit dispusiera de ellos.

Los policías repitieron la orden de entrega a los chicos. Rick se fijó en que su compañero había empuñado un cuchillo. Pero aquel cuchillo tenía algo, lo envolvía un aura, una energía... ¿Podía ser que Bit también tuviera?... Fue entonces cuando otro detalle asoló la mente de Rick, se giró espasmódicamente hacia los policías, los miró fijamente y se concentró. No había duda, no estaban vivos, entonces... ¿Qué eran? Además, ¿por qué eran tan parecidos?

El impacto del cuchillo contra el pecho de uno de los policías hizo a Rick reaccionar. El policía quedó tumbado en el suelo. Sin embargo el otro policía también reaccionó ante la ofensa con un par de disparos contra el coche que hicieron que Rick aterrizara encima de los matorrales que había al otro lado de la acera. Su brazo derecho padecía de una herida bastante fea.

Bit parecía no haberse hecho nada, pero el coche estaba destrozado, solo aguantaría una o dos descargas láser más. Bit sacó el teléfono móvil de su bolsillo y empezó a teclear algo frenéticamente. Poco a poco el móvil empezó a desprender unas ondas que se retorcían extrañamente y en un momento dado la mano de Bit pareció moverse a una velocidad sorprendente. Sí, ahora estaba seguro, su compañero también poseía poderes, así pues era inútil esconder los suyos.

Rick se concentró en si mismo por unos instantes, su mano izquierda desprendió una leve luz verde y la puso cuidadosamente sobre su brazo, en pocos instantes la herida había desaparecido. Bit le estaba mirando fijamente. Se había dado cuenta. En un momento ambos se miraron, se levantaron y de las manos de ambos salió una descarga de energía blanca que contorsionó todo lo que había en los alrededores. Enseguida todo había terminado. El cuerpo del policía yacía calcinado al lado de su compañero inconsciente. Aquella actuación simultánea ¿había sido fruto de muchos años de conocerse o de algo más?

Bit tiró del brazo de Rick.

— ¡Rápido! Tenemos que hablar de muchas cosas.

Ambos corrieron lo máximo que pudieron hasta llegar al bar mas próximo.

Chicken's

Estaban extenuados. Se sentaron en la barra y pidieron un refresco cada uno. Durante un buen rato no dijeron nada. Rick observó que su amigo temblaba de arriba abajo. Pensó que sería una buena idea poner música para relajarse un poco, así que se dirigió hasta el ChooseYourCD del bar y seleccionó Born in the USA del Boss. Era una canción viejísima, pero le encantaba, todo lo que se hacía ahora era una mierda.

Rick no se encontraba muy bien, entró al lavabo. Vomitó. Se miró la herida, parecía que estaba bien. Ya hacía mucho tiempo desde aquel día en que “curó” el geranio de la profesora Rice en el instituto... Volvió a salir y fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaban solos en el bar. Otros dos chicos estaban sentados en una mesa sumidos en una conversación. No sabía muy bien porqué pero a Rick le pareció que no debían estar hablando ni de deslizadores ni de chicas sino de algo importante. Fue otra vez hacia Bit.

— ¿Cómo estás tio?

— ¿Cómo quieres que esté? ¡Pues mal joder! Nunca me había pasado algo semejante.

— Perdona, tienes razón, Escucha... emm... tu cuchillo y tu móvil...

— Sí, y tu herida. ¿Qué es eso?

— No lo sé muy bien, esperaba que tu supieras algo más que yo. Es como... no sé. Es muy raro. Hace bastante tiempo que empecé a sentirlo o notarlo, no sé cual es la mejor forma de decirlo. La cuestión es que poco a poco empecé a notar como algo fluía en mi interior, como si a veces mis deseos se cumplieran. ¿Te acuerdas de la clase de ciencias naturales en la que teníamos que diseccionar una rana? Lo hice, pero no deseaba que le ocurriera nada al pobre animal, entonces noté eso y me acuerdo perfectamente que la rana siguió viva durante todo el experimento. No tenía pulmones y todavía se movía, estoy seguro. Entonces no lo dominaba muy bien, pero ahora cada vez consigo más hacer las cosa como yo deseo. La mañana siguiente mi rana no estaba allí donde la dejamos. En el recreo la vi en el estanque. Completamente sana. – Rick hablaba muy relajadamente.

— No te culpo de que no me contaras nada. Yo también hace un tiempo que siento algo extraño. No estoy seguro de que sea lo mismo que lo tuyo, pero creo que sí. La primera vez fue cuando me compré el Linux Quantum. Era la primera vez que experimentaba con el Linux para ordenadores cuánticos y estaba emocionadísimo. Me dije a mi mismo que aquella noche tenía que hackear algo grande, así que me dispuse a averiguar algo sobre bombas de radiación. Ya sabes que a mi lo de armamento militar me va mucho y en aquella época las bombas de radiación se estaban poniendo mucho de moda. Tenía que entrar en algún archivo del ejército. Lo conseguí. Pero cuando hacía muy poco que había entrado me detectaron. Los agentes que tiene el ejército vigilando sus redes son jodidamente buenos, ¿sabes?. Por suerte llevaba el r—more, mi escudo antiidentificación y los muy desgraciados hicieron un ataque en masa para descifrar el código del escudo y romperlo, entonces desee por lo que más fuera que no lo consiguieran y sucedió así. ¿Tu sabes cuales son las posibilidades de que no te rompan el r—more con un ataque de esos? ¡Son ínfimas! Igualmente allí no estaba seguro. Tenía que marcharme. Ahora lo que deseaba era no haber entrado allí, me detectarían y me destrozarían y de repente, todavía no se muy bien cómo, ya no estaba allí, simplemente me había ido, como si ni tan siquiera hubiese entrado. Las letras de colores sobre fondo blanco del Google brillaban en mi pantalla.

— ¿Notaste algo raro en tu interior mientras ocurría todo eso?

— No. Bueno, no sé. Quizá. Pero lo que sí me ocurrió y me recuerda a lo que tu has dicho es que las cosas que deseaba ocurrían. – Bit estaba visiblemente cansado.

— Una cosa más. ¿Siempre consigues lo que quieres?

— No. A veces no consigo las cosas exactamente como quería aunque cada vez lo domino más. No obstante después siempre me siento mal o me ocurre algo, es como si hubiera una fuerza o alguien o quizá algo que me hace pagar el que intente cambiar las cosas a mi antojo.

— A eso mismo es a lo que intentaba referirme – dijo Rick. – Desde que hemos llegado te he visto temblar y sudar y se te ve agotadísimo y yo he vomitado y ahora mismo me duele horrorosamente la cabeza. No creo que solo sea fruto del cansancio.

— Estoy de acuerdo, Rick. – dijo pausadamente Bit— Yo nunca había hecho ningún esfuerzo semejante al de hoy.

— Ni yo tampoco Bit, ni yo tampoco.

Los dos se sumieron en sus pensamientos durante unos instantes. Sin duda la conversación había sido muy reveladora tanto para uno como para el otro. Necesitaban digerir un poco todo aquello. Pero apenas les dio tiempo. Rick reaccionó a las sirenas de los deslizadores de la policía, en breve estarían en el bar.

— ¡Huyamos! – gritó Rick mientras se disponía a levantarse.

— ¡No! ¡Pasad por aquí! – era la voz del camarero. Rick, Bit y los otros dos chicos se escondieron en un armario de la cocina.

Poco después Rick pudo oír como llegaban los policías y como hablaban con el camarero aunque no podía distinguir nada de lo que estos decían. Quiso concentrarse para conseguir entender algo más. No lo consiguió. Estaba exhausto. Se oyeron gritos, disparos y varios ruidos. Incluso algún disparo tenía que haberse producido dentro de la cocina. Cuando todo se había calmado los cuatro salieron. La cocina estaba medio destrozada, se podían ver claramente las marcas de dos descargas láser. El bar en sí era irreconocible. Todo estaba destruido. Uno de los otros chicos apagó el único fluorescente que todavía estaba encendido.

— También nos persiguen a nosotros. Pero no son la policía. Nos hemos dado cuenta de que no sabéis muy bien a que os estáis enfrentando. Os propongo que de aquí a quince días nos encontremos en mi casa. Vivo en el 127 de Rock Street. Solo os diré una cosa más: magia.

Los dos chicos se fueron tranquilamente.

— Magia...

— Rick, el 127 de Rock Street es una sinagoga.

El cura

Dos días después de todo aquello Rick volvía salió de la librería donde trabajaba para irse a casa. Rick estaba preocupado. Su madre estaba histérica cuando volvió aquella noche. Rick nunca volvía tan tarde y la mancha de sangre en la manga derecha no le ayudó mucho. Por fin y después de mucho discutir la pudo convencer de que no había pasado nada. Después de todo era la primera vez que se había puesto en líos y no por su propia voluntad. No obstante su madre estaba envejeciendo y la vida era dura allí. La pobre mujer tenía que subirle a él y a su hermana pequeña Jessie sola. Rick padecía por ambas. Su padre había muerto hacía ya mucho tiempo.

Sumido en sus pensamientos Rick pasó por delante de la iglesia. No entraba allí desde su infancia. La verdad es que no creía mucho en Dios pero después de aquella palabra que rezumbaba en su cabeza que podía ser y que no podía ser verdad. “Magia”, había dicho aquel chico.

Estaba seguro de que aunque tuviera dudas sobre Dios el padre Krupp nunca rechazaría a alguien que pidiera consejo. Era un hombre sabio y respetable. Entró.

Sin duda el padre Krupp se sorprendió de verle allí, pero no dudó ni un momento en hacer pasar a Rick. Casi sin que se diera cuenta ya estaban sentados en una mesa de la sacristía tomando te con pastas.

— ¿Que ocurre muchacho?

— ¿Quién le ha dicho que ocurra nada? – nunca acaba de entender aquella facultad que tenían algunas personas por darse cuenta de todo lo que ocurría.

— Bueno, dudo mucho que hubieras venido si no ocurriera nada. Es mas, debe de tratarse de algo especialmente serio.

— No voy a engañarle padre... tiene razón. Como siempre. – Krupp esbozo una levísima sonrisa. – padre, ¿ha oído alguna vez hablar de magia?

Esta vez la cara del padre tomó una expresión mucho más seria, pero sin embargo contestó tranquila y cautelosamente.

— Bueno, claro, soy cura.

— No me refiero a eso. Me refiero a sí cree en ella. A sí cree que pueda existir.

— Hijo, quizá no debas confundir los términos. A veces el Señor obra de una manera que se nos escapa, pero de eso ha hablar de magia hay mucha diferencia.

— Creo que no me entiende.

— Escucha Richard, recuerdo que de pequeño ibas al conservatorio de música y que a veces tocabas con nosotros aquí, en la parroquia. Acompáñame. Quiero que oigas mi última composición. – el padre se levantó y se dispuso a ir hacia el órgano.

— ¡No cambie de tema, padre!

Krupp le hizo caso omiso, se sentó en el órgano y empezó a tocar. Rick primero ni tan solo le escucho pero poco a poco la música le iba haciendo sentirse de una manera rara. Lentamente las texturas de los objetos: las paredes, el altar, los bancos, los cirios iban ondulándose y contorsionándose tomando unos colores brillantes y vivos con matices extraños. El órgano había cobrado vida: era una enorme sirena que cantaba con una voz dulce que atraía de forma increíble. Una brisa cálida lo llenó todo, una sensación de placer acompañada de un escalofrío recorrió todo su cuerpo; espadas, música, árboles, colores, música, belleza, harmonía y en el auge de la melodía un remolino. Todo terminó igual como había empezado, pero algo había cambiado: Rick comprendía.

— Por fin has despertado muchacho. Ven, hemos de hablar.

No dudó ni un momento en seguir al cura hasta la mesa donde todavía havia restos de las pastas.

— Bien Richard, creo que por fin empiezas a entender que es lo que ocurre en tu interior, pero todavía te tengo que contar mucho más. Sí, lo que está en tu interior es magia, pero no te hablo de la magia como la que ves en la televisión, esa de trucos de cartas y de conejos que salen de dentro un sombrero, es algo muy diferente, es algo mucho mas poderoso pero también es mucho más peligroso: poder hacer lo que a uno se le antoja acarrea responsabilidades.

— Padre, ¿usted también tiene ese poder? ¿Puede enseñarme a utilizarlo?

— Lo haré, pero no ahora, vuelve a casa, es tarde, estás cansado y tu madre te necesita.

El padre Krupp tenía mucha razón. Rick se marchó. Aquella noche durmió muy poco.

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  • autor: Desconocido
  • enviado por: Kether
  • licencia: Creative Commons BY-NC
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